Asociación para el estudio de temas grupales, psicosociales e institucionales

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A. Eiguer: Deuda y tiranía


Alberto Eiguer

Deuda y tiranía o los malos tratos por generosidad

  
Introducción

La tiranía en los vínculos de familia toma diversos senderos. Habitualmente se menciona el camino abiertamente violento, el de la dificultad, la culpabilización, el terror, el del miedo deseado por un déspota y experimentado por sus víctimas. Cuando es tiránico, el padre puede servirse de su ascendiente, basándose en la mentalidad colectiva. Esta última desempeña un papel principal, como todo elemento que implica superioridad e idealización de determinada función. Pero hay otros caminos de apariencia inocente, incisivos, tanto más significativos cuanto crean un fuerte sentimiento de deuda, llegando hasta la impresión "de estar poseídos por otro". Es el caso de la dádiva y toda oferta generosa. En este último caso, les propongo hablar de despotismo blanco por oposición al despotismo rojo que remite a la actitud violenta y severa en el maltrato tiránico. Se entienden en terapia familiar psicoanalítica padres acusar al adolescente: ¡"Tu comportamiento es inmundo! Después de todo lo que te di... y no sabes agradecerme.” “Siempre he hecho lo que me pidieron ", puede responder el adolescente. Y en la boca de uno de los cónyuges: "Me sacrifiqué completamente por ti." “Puse todo mi salario en la caja común, intentando imaginar lo que te agradaba, yo te ofrecí mi amor, mi juventud. Y tú me utilizaste hasta la cuerda."

Estas frases me condujeron a reflexionar sobre lo que está en juego de la solicitud en la vida familiar y su utilización para culpabilizar al otro. ¿Se da sin esperar una contrapartida?

La famosa solicitud maternal primaria, de la que Winnicott defendió la indispensable necesidad, propone un encuadre a la política de la donación. Ofreciendo su amor, la madre no crea únicamente las condiciones que abren al sujeto la perspectiva hacia la vida fantasmática, si no que ello crea un sentimiento de culpa tanto más poderoso cuanto resulta más difícil ubicarlo. Si estas ideas son demostradas, cierto espíritu que emana del pensamiento de Winnicott merecería ser cuestionado, ya que dar es presentado por este autor como una « necesidad » sin la cual el niño quedaría definitivamente minusválido. Una madre que carece de preocupación aparece en sus trabajos como inapta para ocuparse del niño. Esto es cierto, mas ello no debe omitir el perjuicio opuesto: dar demasiado convierte al niño en un ser culpable o insensible al deseo del otro, a quien no sabe respetar.

Conviene igualmente subrayar la función del parentesco en la introyección de la Ley. El lugar de la donación y la deuda en este proceso nos conducirá a preguntarnos si son únicamente las conminaciones, frustraciones y privaciones, las que llevan al niño a hacer suyas las prohibiciones y si no conviene desde ahora agregar que la oferta generosa de uno o los dos padres interviene allí también, sobretodo al comienzo de la vida, en paralelo y en articulación con otros factores. Desde los famosos descubrimientos de Marcel Mauss sobre la donación en el campo socio-antropológico, pocos estudios trataron de encontrarles aplicación en la intersubjetividad familiar.

La actitud autoritaria se presenta a veces en continuidad con la actitud normalmente superyoica de los padres hacia los niños; siempre hay un argumento para justificar los excesos.

Se presenta generalmente la introyección de la ley como una consecuencia de las prescripciones y amenazas pronunciadas al niño (S. Freud, 1923). Éste renuncia a satisfacer sus objetivos pulsionales por temor de las consecuencias sobre su órgano genital, incluso sobre su vida. Freud habla explícitamente de la amenaza de castración pronunciada por el padre cuando ve que su niño se masturba. Otra vía debe así destacarse, la que resulta de la solicitud tanto maternal como paternal (añado paternal ya que el padre está en la oferta él también, a su manera), la de la donación de amor, como de vida, y de la deuda contraída en consecuencia por el hijo. El estudio de la terapia colectiva de la familia nos permitió reconocer la importancia de esta segunda vía: junto a la vía violenta hacia la prohibición, una vía suave se produce. Ésta no se manifiesta necesariamente por comportamientos precisos, sino por toda una serie de gestos, actitudes y actos, que se desarrollan en un período más o menos largo. El superyó no sería ya el lugar de una pura cultura de la pulsión de muerte, según la expresión de S. Freud, sino también el de la pulsión de vida. Eso no debe asombrarnos ya que, antes del descubrimiento de la pulsión de muerte, Freud hablaba de los aspectos coercitivos de la libido en su excitación, que suscitan la oposición del yo.

 

La pertenencia al parentesco precede la investidura de objeto

Yo propondría al estudio aquí otro parámetro, el de la importancia de la red de los vínculos de parentesco, que preexiste al niño: aparece en su vida a pesar suyo y precede la elaboración del edipo y de sus consecuencias relativas a la organización psíquica. Desde un determinado punto de vista, se trata de una forma de tiranía: el niño no elige a sus padres, ni a su linaje, ni a su etnia, ni a los valores propios de su familia, ni a las leyes que debe respetar. Les son impuestas. La filiación, que transmite los principios del superyó, subraya así lo que se admite y lo que se proscribe. Garantiza la prohibición del incesto. Si hay impostura en lo que concierne a cualquier aspecto de las figuras parentales, el niño no siente a sus padres portadores de la ley. No son fiables desde este punto de vista. A. Fréjaville (1985) contribuyó magníficamente a este debate con su artículo "El incesto... ¿con quién?", según sus observaciones con niños abandonados y jóvenes marginales. Complejos de edipo y de castración “deformes” se desarrollan si hay incertidumbre en los niños en cuanto a la identidad del padre y la madre, y cuando estos últimos no los identifican claramente como sus hijos. Esta autora opina esencialmente que para poder amar al padre del otro sexo, imaginar eliminar al del mismo sexo, y a continuación aceptar las prohibiciones del incesto y del asesinato, es necesario saber de antemano quién es su padre y su madre, "creer en una relación, en una filiación, cualquiera que fuera". Esta creencia, añade, depende de lo que los padres o el ambiente creen, o hacen creer (p. 70). Si no se siente pertenecer a un vínculo con cada uno de ellos, toda la energía psíquica se agota en la búsqueda de los signos filiativos básicos. "Cuando ningún padre ocupa el lugar de tercero, no juega este papel de iniciador o interdictor, el niño se encuentra en contacto directo con la sociedad a la cual pertenece, enfrentado sin mediador a sus representantes. Propenso a provocar a estos últimos o a someterse, encuentra [se confronta] de buen grado a "las fuerzas del orden" o se compromete en una estructura oficial: ejército, armada, y también SNCF (compañía ferroviaria nacional), PTT (correos y teléfonos). Estos hijos "sin padres" soslayan así la ausencia paternal, solucionan por allí esta necesidad fundamental de pertenencia y prohibición que Freud ilustró con el padre de la horda primitiva de Totem y tabú "(p. 85).

En el caso del delincuente, no es tanto que el niño habría escuchado un discurso negativo sobre la ley, sino que fue la víctima de una serie de mentiras en lo que la concernían. Secretos vergonzosos sobre la filiación (ilegitimidad, abandonos, desapariciones de padres o abuelos) atormentan su espíritu. Ello lo autoriza a coquetear con la abyección. El discurso en estas familias es portador de una serie de mitos: el fraude puede aparecer como una necesidad, se deja entender que habría permitido salvar la vida del chico. ¿Está a favor de eso que algunos delincuentes guardan fidelidad hacia los padres, a pesar de las privaciones y aun cuando los privaron de amor y despojaron de la pertenencia a un vínculo filial? Una mentira por necesidad aparece en muchas leyendas familiares: "Un antepasado debió engañar para sobrevivir", "Se abandonó a un niño a la DASS (dirección que se ocupa del albergue de niños expósitos) para que sea educado en una buena familia". Un culto mítico de la antiley se instala. “¿Para qué embarazarse respetando la ley? La antiley es más útil, eficaz, protectora de la familia y del narcisismo de cada uno", piensan. La ética corriente implicaría como una trampa que no deja oportunidad. En oposición, otro principio, el pragmatismo, resultará superior.

Estos casos ayudan, aunque no fuera por su ejemplaridad negativa, a reconocer la capacidad que tiene la pertenencia a un vínculo filial o generacional para la consolidación de la identidad. El sujeto podrá tan sólo a partir de ello insertar su deseo en un vínculo de amor y odio hacia el padre. Es decir que lo filial preexiste a lo familiar. La familia como grupo está predeterminada por el parentesco en el cual se inscribe (A. Eiguer, 2000). La familia “piensa” al niño antes de que él se piense. Para él, esta toma de conciencia se hará en el après-coup, en la adolescencia a veces, como en el caso de los niños adoptados que desean entonces encontrar a sus genitores, a menudo para pedirles "¿Por qué me habéis abandonado?" Examinemos ahora la donación, una de las claves de la introducción del sentimiento de culpa.

 

La donación

En primer lugar, menciono el caso de un paciente en análisis, Igor, que “debe” faltar a algunas sesiones "por razones profesionales". Desea que yo se las substituya, fuera de las horas y fechas habituales. Hasta este momento, le digo que eso no es posible, menciono nuestro contrato inicial, intentando proponerle interpretaciones sobre el significado de tales solicitudes. Pero una vez, cedo y le ofrezco una sesión complementaria. Me parece que se encuentra en una fase de transferencia positiva y que el proceso avanza. A la sesión en cuestión, y con mi gran asombro, dice que se aburre "aquí", que tiene miedo de no tener nada que decir aunque sabe que sus "problemas están siempre allí"; en fin no encuentra interés en nuestro trabajo. Extenderá estas críticas a todas las sesiones. No habría comprendido nada de nuevo, comparado con lo que elaboró en su anterior análisis. Más aún, de cada sesión, vuelve a salir "peor" que cuando llegó, tenso, abrumado, deshecho...

¿Qué sucedió?, me demando, un poco decepcionado de tal reacción. ¡Con todo le había ofrecido yo un remedio a sus ausencias! Examino los elementos que me permiten medir si hay progresos en nuestro trabajo. Encuentro el balance más bien positivo... pensando al mismo tiempo que tengo que restaurar mi narcisismo puesto a mal por esta situación. He aquí una interpretación posible: El “regalo de una sesión de reemplazo” fue insoportable para Igor. Eso desencadenó en él un sentimiento de pánico, miedo de la influencia que podría en adelante ejercer sobre él, miedo supuesto de mi manipulación, mi intrusión y penetración en él. Era más fácil rechazar en bloque nuestra asociación... La donación crea compromisos intolerables, porque el recipiendario se siente obligado de hacer una contradonación. Esta obligación habría impedido a mi paciente expresar su ambivalencia.

En el campo de las relaciones sociales, todos los intercambios se hacen tanto por contrato o por donación, recuerda P. Fustier (2000, p. 9 y sq.). El contrato estipula en sus términos la naturaleza del trabajo proporcionado a cambio de un salario. Fustier observa que a pesar de eso la donación ocupa un notable lugar en el trabajo social y terapéutico, más allá de las leyes contractuales. El sacrificio y el sacerdocio son disposiciones que inspiran muchas de estas actividades, en caso contrario el profesional puede ser considerado como desprovisto de corazón; el dar está aquí implícito: oferta de su tiempo, de sí mismo, en la dedicación y la generosidad. No obstante, hacer un ofrecimiento no es nunca gratuito. La donación forma parte de un ciclo bien expuesto desde M. Mauss (1925). En sus observaciones, se trata de los obsequios ofrecidos en las sociedades no occidentales, pero, como lo veremos, estas observaciones se aplican a nuestros intercambios familiares y sociales. El acto de dar suscita una triple obligación:

1. "Hacer una donación." Se puede dar un objeto o hacer un ofrecimiento de sí. La donación que halaga el narcisismo del otro es, como se comprenderá, muy valorada.

2. "Aceptar la donación." El que recibe la subvención no puede rechazarlo. Se lo trataría de mal educado y mismo de ingrato. La donación suscita un sentimiento de gratitud. Pero por otra parte, la donación convierte al otro en dependiente hacia el donante, e incluso su vasallo. "Penetra en mí, me invade." En todos los casos, el que recibe vive un sentimiento de culpabilidad, tanto si rechaza como si acepta.

3. "Devolver la donación." Esta obligación no conduce inevitablemente a calmar el sentimiento de deuda. La contra-donación debe ser de valor igual o superior a la donación. Pero en este último caso, el primer donante podrá a su vez sentirse obligado de brindar una nueva donación. El ciclo se reiniciaría. El cálculo de la deuda es pues determinante para evaluar si la contra-donación permite saldarla.

En el potlatch, estudiado por el M. Mauss en una tribu amerindia, candidatos a la jefatura se enfrentan en un duelo de generosidad. Cada uno distribuye algunos de sus bienes "para demostrar su superioridad sobre su rival" (P. Fustier, op. cit., p. 44). Habrá un momento en el que uno de los dos "no tenga ya nada para dar y se encontrará pues vencido".

En todos los casos, dar implica triunfar sobre otro, tener un control sobre él. Mauss destaca que estar en deuda significa, al mismo tiempo, estar listo como para ofrecerse al otro, perder su identidad, destruirse o perder su libertad. El alma del donante toma entonces posesión del "recipiendario". Eso es más dramático si este último no tiene nada que dar. Le restaría la oferta de sí mismo. Es la oferta absoluta.

Sin embargo, el donante se cree desinteresado, aun cuanto espera siempre una recompensa, aunque sea de carácter simbólico o que halague su narcisismo. Conviene pues admitir que la donación implica una violencia. La caridad es hiriente, por ejemplo. El que la recibe se siente en deuda y rebajado, aunque el que ofrece diga o deje entender que posee las mejores intenciones. La paradoja aparece así en los mensajes del donante, uno de ellos afirma la libertad del acto de dar, pues no desea obstaculizar la del otro, pero la donación crea de hecho una obligación, que vuelve a este último dependiente, entonces no libre.

 

Transmisión psíquica y donación diferida

En relación con la familia y en el contexto de los cuidados y de la educación del niño, hay que tener en cuenta que la madre está en posición de donante y que el niño experimentará en consecuencia un sentimiento de deuda. Aun cuando la madre exprese abiertamente que no espera nada del niño a cambio, que su felicidad le es suficiente, el sentimiento de deuda, que es inconsciente, no es menos intenso. Diría que la vivencia de obligación es aquí aún más importante y que el miedo de ser dominado por el donante es muy vivo. Como en el caso de mi paciente Igor, mi oferta generosa al estar "de más", condujo a éste a sentirse abrumado y tener deseo de rebajar nuestro trabajo. Dar demasiado genera un potente sentimiento de envidia y no permite la expresión de gratitud.

En el caso de la donación en familia, se ofrece una nueva posibilidad de contra-donación difiriéndola, con un posible cambio de destinatario. En lugar de ofrecerlo a su madre (se puede extender esta idea a los dos padres), el hijo (recipiendario) ofrecerá cuidados y educación a su propio niño (intercambio vertical, P. Fustier, op. cit., p. 139 y sq.). P. Fustier (op. cit.) aporta explicaciones suplementarias con respecto a estas consideraciones. Propone distinguir el obsequio y la donación, ésta es más apta como para traducir lo que tiene lugar en el orden de la transmisión entre generaciones, donde se manejan ofertas espirituales y no objetos concretos. Por otra parte, dice aún P. Fustier, el hijo podrá tanto más dar a sus propios niños que habrá sabido reconocer la deuda hacia sus padres y que estaría satisfecho. Una de las consecuencias de la transmisión, es que el niño se siente obligado de mantener el vínculo con sus padres y amarlos.

Parece también importante que la deuda se mantenga y se desarrolle en el reconocimiento vivido, en la medida en que ésta inspira el fantasma. La experiencia subjetiva se incentiva así, lo que permite asociar la representación del padre con la donación recibida, con el amor que el niño reconoce en ello, con el placer experimentado con este motivo, con la consideración que siente que viene de sus padres. Eso alimentará su auto-estima.

 

La deuda

Fue I. Boszormenyi-Nagy (1973,1986) quien valorizó los aspectos éticos de la familia y centró su reflexión sobre la deuda de vida de los niños hacia sus padres, lo que puede conducir los primeros a serios desequilibrios si no llegan a superar su profundo y silencioso sentimiento de culpabilidad. Cada familia, dice, se construye una mentalidad, adopta valores sobre el lugar y la forma de la solicitud, y la disponibilidad según un criterio bastante generalizado, el del mérito. Cada uno de sus miembros merece atención, cuidado, educación, ser informado, etc., pero eso le compromete por deudas a restituir: la oferta de contra-donaciones. El individuo deudor se convierte en más frágil, sigue siendo sensible a las órdenes que se le dan, a las críticas y reproches que se le hacen. Un donante demasiado severo o manipulador puede fácilmente hacer que el otro se sienta culpable.

Como la lealtad es el principio en el cual se basa la ética familiar, las consecuencias pueden ser importantes. A veces, la lealtad adopta una vía al parecer opuesta, la de la rebelión, en forma de separación violenta, por ejemplo, lo que no tardará en causar un sentimiento de culpabilidad tan fuerte que los remordimientos anulan el esfuerzo de independencia. Del mismo modo, todo progreso en los hijos, éxito profesional, matrimonio, nacimientos, solicitan el campo de las lealtades, convirtiéndolos aún más en deudores hacia sus padres. Es, en muchos casos, difícil a los hijos el aceptar el derecho a recibir como un fenómeno natural. Un padre se mostrará cruel y justificará su tiranía si no les autoriza "a rembolsar su deuda hacia él".

El estudio sobre la deuda realizado por I. Boszormenyi Nagy (op. cit.) no me parece haberle permitido sacar todas las conclusiones posibles, en particular, en relación con la tiranía familiar. El ejemplo de terapia familiar que sigue permite ilustrar distintas complicaciones de donaciones ambiguas y deudas mal asumidas.

 

Migración y reproducción del ambiente familiar

Este caso, el de la familia Rumba, ilustra otros efectos de la deuda. Recibo en coterapia con Brigitte Baron la pareja de estos padres que tienen problemas con su hijo mayor, de 21 años. Lo encuentran que desobedece. A pesar de su prohibición, cría arañas de la variedad de las migalas (arañas pollito, en gran número) y serpientes (venenosas) en el apartamento. "Adora a los animales", añade la madre, algo menos severa que el padre sobre la cuestión. Los cuatro miembros de la familia (hay una muchacha adolescente) son originarios de una región tropical de Colombia. Tras sus estudios, los padres vinieron a Francia, diez años antes. Dicen haber seguido siendo muy colombianos en su manera de pensar y vivir en familia, es decir, cercanos y solidarios. Acusan a los franceses de tener vínculos familiares más bien laxos, donde cada uno se va de su lado y hace a su manera. La madre dice que no es en absoluto su visión de la familia.

A la segunda entrevista, los dos jóvenes están igualmente presentes. La manera de entender los vínculos familiares en los padres es fuente de conflicto con los hijos, que reivindican el derecho a más libertad y tratan a los padres de autoritarios.

La pareja, al decirnos que se vive invadida por la noviecita del hijo, expresará, durante esta segunda entrevista, el mismo sentimiento que cuando se habla de las arañas, aunque estas causan menos molestias en la medida en que permanecen, habitualmente, en sus cajas y en la habitación cerrada con llave. "Salvo si hay un incendio en el edificio", observa el padre. La amiga de su hijo viene sin prevenir a la casa y "se incrusta". Pasa la noche en la habitación del hijo, mientras que pudo prometer irse al final de la tarde; ella puede incluso seguir quedándose todo un fin de semana. Los padres, que gustan encontrarse solos en el apartamento y en familia, no se sienten ya en su hogar. No soportan tampoco que la joven pueda permanecer mientras que su hijo va a ver a sus amigos. La madre se irrita cuando agrega: "Ya habla de tener niños." La Sra. Rumba añade que los padres de esta joven se divorciaron y que debió verse privada de calor familiar.

Se vuelve de nuevo sobre las arañas. La madre ayuda a veces al hijo a ocuparse, a separar las crías de sus madres. Otro conflicto tuvo lugar con respecto de un perro pitbull que el hijo le había pedido comprar pero del que a continuación no se ocupó. La madre terminó deshaciéndose del perro. El hijo se justifica diciendo que este animal le recordaba un perro que lo acompañó durante su infancia en Colombia. La madre se lamenta entonces de que su dedicación no es reconocida por su hijo. Los padres quieren satisfacerle en muchas cosas, pero él desafía la prohibición de poseer migalas y pitbulls en el apartamento, luego se dejan "atrapar" y desbordar por su presencia.

La desobediencia del joven hombre, problema planteado también por su hija, no es sin embargo alejado de la manera en que los padres efectúan su contralor sobre él. Sus prescripciones paradójicas están sobredeterminadas por el hecho migratorio. Los animales tienden a reproducir el ambiente pretendidamente natural de su vida en Colombia. Son animales de la selva. A pesar de que los hijos parecen querer emanciparse a la vez de las dificultades familiares y de las tradiciones del clan, reclaman ayuda de manera infantil. De su lado, los padres se sienten culpables por haber abandonado a sus familias, arrancado los niños a su país de origen; pero son cada vez más severos con ellos. La presencia de la noviecita del hijo es un acto provocativo: el joven exhibe su sexualidad y fuerza a sus padres a aceptar una práctica que les es extraña. Pero eso no es tan simple ya que el padre nos dirá posteriormente, una vez la terapia colectiva comenzada de una hora cada 15 días, que teniendo la práctica de ir a comer un bocado por la noche, se levanta de la cama desnudo (tiene la costumbre de dormir así) y ¡oh sorpresa! se encontró mas de una vez con la muchacha en el pasillo.

En los mensajes, la dimensión de excitación es tan intensa como la de la prohibición. Eso se confirmará a la entrevista siguiente. El padre acusa al hijo de estar aún en retraso, ser incapaz de venir a hora. No más tarde que ayer, replica el hijo, la madre casi le hacer faltar a la apertura de una exposición en el vivero donde trabaja. Pasamos de los reproches relativos a los horarios del hijo, irse a dormir tarde, duchas tomadas después de medianoche, ausencias a las horas de las comidas, a un problema más serio aunque antiguo, pero que suscita una reprobación del mismo calibre por los padres, el de los actos delictivos que hizo cuando tenía quince años.

Si sus hijos están en retraso a una cita o si van a una velada que se prolonga tarde en la noche, el padre toma su coche, los va a buscar y los trae a la casa, para que no tengan "que utilizar los transportes públicos, demasiado dudosos". Paradoja aún: mientras que los padres son hostiles a la cría de las arañas, le procuran la tierra o la comida para estas arañas.

Los padres dicen “no poder ya mas”, los hijos se quejan que los padres son anticuados. Pero el hijo pregunta: ¿Qué les molesta tanto, su amiguita? Pues él cambió mucho, estudia, trabaja. Su hermana adopta entonces la defensa de los padres. La hija agrega que por culpa de su hermano viven en una atmósfera irrespirable. Él la desprecia con su silencio, con sus observaciones irónicas sobre su indumentaria que dice provocadora y cuando habla de sus “amigos turbios”.

El hermano no es de la clase de los que se dejan intimidar: "Durante mucho tiempo, debía supervisarte. No veías cómo hablabas, tú no te dabas ni cuenta. Al contacto de estos sinvergüenzas, terminaste hablando como ellos. ¿Eres idiota o qué? ¿Quieres integrarte o quieres quedarte en el suelo? ¡No vinimos aquí para eso!” El hermano aparece así como el garante de la asimilación en Francia.

En mis interpretaciones, generalmente grupales, les hablo de su situación de familia migrante. El desarraigo los hizo centrarse sobre ellos mismos; tienen apegos fuertes entre sí y forman una familia muy unida, que tiene vínculos, en resumidas cuentas, profundos. ¿Temen, sobre todo el padre, que la falta de rigor de su hijo le cause una inadaptación?, dígoles.

Si bien no aceptan, a primeras vistas, estas interpretaciones, otras asociaciones, sobre lo transgeneracional principalmente, surgen, como las que son enunciadas dos meses después de comenzada la terapia familiar:

Según el padre, su propia familia es bastante rígida. “¡Recibí una educación muy dura, pero eso fue eficaz!", añade. La madre hablará de sus conflictos con su padre, hombre extremadamente severo - como la madre de su marido, e injusto porque permitía que sus hermanos y hermanas menores serán arrogantes con él y mismo le desobedezcan, cuando con ella no le “dejaba pasar nada”. Era, cierto, pretenciosa con él e incluso insolente, pero su sentimiento de justicia era mas fuerte que ella. Actualmente todavía, cuando vuelve a Colombia, el padre de la Sra. Rumba no quiere verla. Esta última se vive como culpable hacia él; a pesar de todo piensa que él tiene razón. Allí, un sentimiento potente de deuda se despierta. “Mi hijo es el brazo que ejecuta de la venganza de mi padre!”, agrega.

 

Raíces perdidas

a. Podemos observar que los conflictos padres/hijos tienen lugar con respecto a los límites: día/noche, casa cerrada al exterior/casa relativamente abierta (amigos, novia, animales). Los padres rechazan el medio ambiente. Desean imponer su posición a los hijos de manera rígida, crear un sentimiento de obligación en el hijo mayor y le recuerdan las prohibiciones por medio de reproches. Sin embargo ponen excesos de diferente carácter al mismo nivel: por ejemplo, hacer ruido cepillándose los dientes y comprar un perro pitbull. Se asiste a una reacción en cadena donde los padres aplican las supuestas obligaciones del medio local sobre su propia familia, sobre los hijos (“Los vecinos van a protestar si haces ruido”, etc.). La paradoja se expresa igualmente a nivel del sentimiento de deuda hacia el país de origen, sus costumbres, como hacia los abuelos, las familias de origen, al mismo tiempo que no parecen haber sido felices antes de venir a Francia ni contentos con la educación que recibieron cuando fueron niños.

b. Los padres parecen temer la maduración sexual y la emancipación de sus vástagos. Pero el sexo salvaje, cuya aparición los escandaliza, representa la face visible de la locura mortífera que los habita, cuyo exponente más notable son las arañas y las serpientes que el hijo cría, y que todos nutren a pesar de la protesta.

c. La posición de la adolescente es típicamente en falso self: ella tiende a mostrarse como "la buena que obedece", halaga a su madre para obtener su amor; manifiestamente, está en rivalidad con su hermano.

d. "El espíritu de familia" debe pasar antes que la intimidad de cada uno, parecen postular los integrantes de esta familia. Ahora bien, en el hecho de transformar su cuarto en vivero, el joven intenta crearse una frontera que encierra a los otros mientras que él vive en la selva.

Igor tiene miedo de la posesividad que el intercambio conmigo implica. La deuda de los padres Rumba, en su ambigüedad, les impide apreciar la especificidad de la vida adolescente de sus hijos. Tienden a considerar que estos últimos los traicionan cuando pretenden adaptarse a los hábitos del país de residencia y, a este respecto, su deuda hacia sus familias y el país de origen les parece aún más pesada.

 

Primeras donaciones

Es conveniente en esta fase de mi reflexión mostrar en qué la oferta y la deuda, además de introducir la culpabilidad y crear un vínculo, contribuyen a la organización del psiquismo del niño. La mayoría de las teorías psicoanalíticas proponen que la evolución del psiquismo es progresiva, aunque admiten algunas de ellas que el après-coup cuestiona la linealidad de esta progresión. Ahora bien, Winnicott avanza dos hipótesis principales que suponen un obstáculo a este concepto de progresión lineal:

1. Propone la hipótesis de un avant-coup (un momento que precede) organizador, tanto más inevitable que nada podría mas tarde corregir sus eventuales deficiencias. La ilusión de la madre, es decir, su narcisismo trófico, que es concomitante de su solicitud, es generadora de psiquismo.

2. No es pues la separación que crea un sujeto separado sino una tierna unidad dual, suficientemente prolongada. La donación se inscribe allí.

Cada cual vive esta loca experiencia gemela madre/lactante; la familia se inspirará en ella para concebir el “nosotros” familiar. La ilusión es indisociable de la solicitud. El ofrecimiento de amor y de su persona se acompaña del compartir la ilusión, que es también oferta. Habría una primera donación en todos los casos, que se puede asociar al orden paternal, la donación de una filiación en la cual el niño se inscribe. Esta última crea la deuda de vida. Eso explica por qué, en cuanto disponen de tal poder, los mayores de la familia se autorizan a ejercer una influencia despótica sobre los más jóvenes.

 

Conclusiones

Recapitulemos. Hicimos hincapié en la preexistencia de lo filial y de la relación al edipo y a la castración. Tanto que esté de acuerdo con ello como que no lo esté, el niño vive un sentimiento de deuda. Cada hijo tiene que confirmar que el padre y la madre lo reconocieron como suyos. La donación sobredetermina las prohibiciones, porque la solicitud maternal y la inserción en una filiación son formas de donación, las más primitivas y las más sustanciales. Instauran inmediatamente un ciclo de obligaciones, balizado por el sentimiento de culpa. A partir de allí, dos órdenes de peligros existen:

1. En el vínculo padre/niño, dar demasiado equivaldría a frustrar demasiado. Un amor que asfixia da resultados tan negativos que el autoritarismo. El exceso de culpabilidad genera adhesividad. El caso de la familia Rumba mostró cómo estos dos problemas pueden coexistir. Conviene distinguirlos y formularlos en la interpretación.

2. En sus consecuencias, no dar lo necesario equivaldría también a no frustrar suficientemente. Privar al niño de lo que merece naturalmente es una forma de abuso sádico, aun cuando el padre no sea consciente de su negligencia. La falta de cuidados es tan nociva como la ausencia de límites.

Las aptitudes para una vida social corren el riesgo aquí de no desarrollarse, las prohibiciones, ignoradas. Es éste el caso de los niños hostiles a la relación con los demás, y que llegan a ser incluso asociales.

La falta es esencial para el psiquismo. Pero para que esta falta sea reconocida por el sujeto, debe saber de antemano lo que es lo pleno: la plenitud de tener (o haber tenido) padres cariñosos y fiables.

 

BIBLIOGRAFIA

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Resumen
La tiranía familiar adopta formas abiertamente violentas pero a veces no se expone directamente. Estas últimas formas pueden ser suaves e insidiosas y tanto más impresionantes cuanto determinan la aparición de un fuerte sentimiento de culpa en aquellos que las sufren, lo cual los vuelve dependientes, yendo en algunos casos hasta vivirse "en ser poseído por el espíritu del otro". El autor examina sucesivamente:

1. La importancia de la donación en los intercambios familiares.

2. Los orígenes de la deuda y sus relaciones con el sentimiento filial.

3. Las articulaciones entre deuda, culpabilidad, lo prohibido y el superyó (en los campos individuales y grupal).

4. Los conceptos clásicos como "preocupación maternal primaria", "superyó, pura cultura de tánatos", "padre simbólico", se cuestionan si se integran los conceptos de donación y deuda.

5. Los contextos que facilitan esta dimensión de tiranía/deuda, a menudo en las familias que sufren rupturas y pérdidas en el sentimiento de continuidad del sí-mismo (self) familiar.

6. Las consecuencias psicopatológicas y los síntomas y los conflictos familiares específicos.

7. Las modalidades de terapia familiar psicoanalítica (con ejemplos).

 

Summary

“Debt and tyranny or abuse by generosity.” Family tyranny can take openly violent forms, but sometimes it is not overtly expressed. In the second case, tyranny can appear soft but incisive and even more disturbing in that it leads to a powerful sense of debt by people who suffer it, which makes them dependent, and sometimes feel as if they were «possessed by the other».

 
The author examine successively:

1. The importance of the gift in family exchanges.

2. The origins of debt and its relations to the filial feeling.

3. The connections between debt, guilt, prohibition and super-ego (in individual and group contexts).

4. Classical concepts like «primary maternal preoccupation», «super-ego, as a pure culture of Thanatos», «symbolic father», which are called into question, if we take into account the notions of the gift and the debt.

5. Contexts that facilitate this dimension of tyranny/debt, often in families that have suffered breaks or losses affecting their feeling of family self.

6. Psychopathological consequences and specific family symptoms and conflicts.

7. Modes of care in psychoanalytical family therapy (with the support of an example).


Alberto Eiguer es Psiquiatra. Psicoanalista de la Sociedad Psicoanalítica de Paris. Presidente de la Société Française de Thérapie Familiale  Psychanalytique. Docente y director de investigaciones en la facultad de Psicologia, Universidad Paris 5.


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A. Eiguer: Deuda y tiranía


 

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